SU HISTORIA
Oscar, dueño del lugar, se vino a Buenos
Aires en 1970, a los 25 años, desde un pueblo llamado Lucas González, en el
departamento de Nogoyá (Entre Ríos). Para pagarse el viaje subastó todos sus
bienes, que no eran mucho más que unas bombachas de campo y un par de facones.
Cuando llegó no podía encontrar trabajo porque sólo tenía hasta tercer grado,
aunque finalmente lo tomaron en una fábrica textil (mintió diciendo que había
hecho quinto grado).
El terreno, en el que hoy se sitúa la parrilla, era la quinta de unos portugueses, adonde Oscar iba por las tardes y araba tres manzanas enteras con un sólo caballo.
En 1985 empezó a vender choripanes sobre la vera del camino y su fama comenzó a crecer. Siempre con el facón en la cintura, la boina y la vestimenta de campo, puso unas mesas abajo de los árboles, llamados “talas”, y siguió creciendo. Así nació el nombre.
En 1992 compró medio lote y se hizo famoso porque empaló 68 lechones en un día, que fueron tragados sin piedad por la gente de la zona. En 1993 cerró el salón y la rueda ya no se detuvo.
El terreno, en el que hoy se sitúa la parrilla, era la quinta de unos portugueses, adonde Oscar iba por las tardes y araba tres manzanas enteras con un sólo caballo.
En 1985 empezó a vender choripanes sobre la vera del camino y su fama comenzó a crecer. Siempre con el facón en la cintura, la boina y la vestimenta de campo, puso unas mesas abajo de los árboles, llamados “talas”, y siguió creciendo. Así nació el nombre.
En 1992 compró medio lote y se hizo famoso porque empaló 68 lechones en un día, que fueron tragados sin piedad por la gente de la zona. En 1993 cerró el salón y la rueda ya no se detuvo.

Hoy, esta parrilla es una empresa
con todas
las letras. En el fondo, un pilón monumental de leña da cuenta
de lo que se
cocina diariamente en los asadores. Esos 10 mil kilos de leña, que llegan cada
semana desde
San Jaime de la Frontera, en el noreste de Entre Ríos, alcanzarían
para alimentar todos los fueguitos de
todas las parrillas del país, por varios
días, y varias noches
Los chanchos vienen de un criadero de Cañuelas, los cortes vacunos son seleccionados especialmente por el
Los chanchos vienen de un criadero de Cañuelas, los cortes vacunos son seleccionados especialmente por el
dueño y los chorizos, especialidad del lugar junto al
matambre y el lechón, son caseros.




La dirección y la localidad suenan a algo
lejano, pero llegar a Los Talas del Entrerriano es muy sencillo: se toma la
Panamericana y, a la altura de Márquez, en vez de girar a la derecha, en donde
está el Hipódromo y las parrillas de alta gama del boulevard Dardo Rocha, se va
hacia la izquierda, que -se sabe- vendría a ser la orilla de los marginales del
sistema (la Panamericana tiene esas cosas). A las 10 o 15 cuadras de ir por
Márquez aparece sobre el camino, de mano derecha, Los Talas del Entrerriano, un
gigantesco galpón repleto de mesas y asadores, una meca carnívora en el medio
de la oscuridad. Si se acude un sábado a la noche, es posible que haya más de
una hora de espera. Los fines de semana el lugar explota durante el almuerzo y
la cena. De lunes a viernes, la cosa es un poco más tranquila, aunque sólo abre
al mediodía.
La banda del obrero concurrió un viernes
por la noche, algunas pocas personas paradas en la barra (En la barra se pueden
comer sándwiches de matambre, vació, bondiola y milanesa y ya el aroma que desprende, nos invita a
fantasear con una noche carnívora de fantasía). De a poco nos acomodamos en la
mesa preparada, a un extremo, cerca de una pared frontal, y mientras
esperábamos que lleguen todos, fuimos hojeando la carta y picando algunas
cositas. Ya el chimichurri, junto con el pan, presente en todas las mesas,
justifica llegar un rato antes a la cita, la mezcla y el picante perfecto, solo
regar una de las tablas que el lugar entrega como plato, y luego mojar el pan
crocante para entrar en una nueva dimensión.
El encanto de este sitio,
desconocido para muchos, es que contradice todo lo que el barbudo Karl Marx ha
escrito sobre la lucha de clases, ya que obreros y burgueses se mezclan en las
mesas y devoran alegremente chorizos, lechones y prodigios vacunos que se
sirven en el lugar. Hermanados por la carne, las clases sociales se disipan sin
rencores en la noche de José León Suárez.
La banda empezó el raid gastronómico, con
una clásica entrada: chorizos, de tipo casero, mucho más grande que los
tradicionales, servidos en su punto justo, tierno y muy sabroso. Morcilla, correcta, sin grandes pretensiones,
y una porción de rueda (la cola del
intestino grueso), que vino servida en bandeja aparte, crocante y con el
equilibrio justo. Si pensamos que la palabra achura, proviene del idioma
araucano “Achuraj”: lo que no sirve o se tira – podemos considerar que estamos
ante una de las mejores evoluciones gastronómicas de todos los tiempos, ya que
hace rato, y por suerte, estos manjares ya no se descartan, forman parte y complementan
los mejores asados de todas las casas, restaurants, clubes y parrillas.
Para acompañar la entrada, o los platos
principales, se pueden pedir ensaladas con ingredientes clásicos: Lechuga,
tomate, cebolla, radicheta, rucula, zanahoria, huevo, papa, chaucha, etc, o las
clásicas papas fritas, que pueden pedirse solas, o a la provenzal (con una
lluvia de ajo y perejil). Nosotros pedimos estas últimas, la porción un poco
chica, pero correctas, secas y doradas, cumplen su función, pero no están
acordes con la calidad de la carne que se sirve en el lugar.
Luego vinieron los platos principales,
Martin, nuestro mozo estrella y anti- milanesa de soja, nos recomendó que
arrancáramos con una porción de matambre y vacío. Cabe aclarar, a favor y en
contra del lugar, que en la carta no está presente la típica parrillada, la
modalidad del lugar no la permite, solo se pueden escoger porciones o medias
porciones del corte elegido, que puede ser: Bife de chorizo, asado, matambre,
chivito, bondiola, cordero, pollo, conejo, lechón, hasta una opción de salmón
rosado a la parrilla, lo que sí, las porciones son gigantes, nosotros fuimos
8 y cada porción alcanzó para todos y
sobraba, todo se sirve en su punto justo. Con el equilibrio de sal justa, con
presentaciones discretas, pero muy efectivas.
Pero
vamos a detenernos en dos puntos altísimos a destacar, el primero es que la
espera es prácticamente nula, esta todo tan aceitado, y cada persona esta tan
consciente de lo que debe hacer, que las porciones salen con una velocidad
inusitada, solo 5 minutos después de hacer los pedidos, la comida llega a la
mesa, humeante y urgente de apetito 100% carnívoro. El otro punto es el
matambre: un manjar, una verdadera delicia: viene arrollado sobre sí mismo,
relleno apenas con un suave aceite de provenzal, se deshace al cortarlo, con un
punto de cocción y terneza ideal, este paladín vacuno deja la huella en el
paladar, pudimos investigar que lo hacen a la parrilla, lo colocan arrollado
sobre sí, cubierto con un papel de aluminio, el secreto está en el tiempo de
cocción, aquí no hay apuro, no existe la urgencia en la cocción de este
terciopelo de carne que es una de las perlitas del lugar.
Junto con el matambre nos trajeron una
porción de vacío, muy abundante, muy rico, hecho al asador, el cuero se
desprendía solito, solito, y las hebras de carne se desarmaban en los platos,
realmente la calidad de la carne es de exportación, apto para exigentes. Un
punto flojo del lugar es la carta de vinos, muy básica y acotada: Bodegas
Bianchi, El Esteco, Trapiche, Lopez, no mucho más, poca dedicación para los
vinos, por ahí resalta algún Alamos de Catena Zapata, pero en general los
precios de los vinos están muy por encima de la media, para la calidad
ofrecida, optamos por tomar el vino de la casa ( de ¾ $50), bravo, raspador,
bien para gauchos, no apto para paladares palermitanos, un deuda pendiente y un
tema a mejorar en cuanto a vinos se refiere.
Después del matambre y del vacío, hicimos
una pausa, que entre otras cosas nos ayudo para observar el lugar, que a esa
altura sí ya estaba completo, pudimos ver las mesas ordenadas, la atención de
los mozos rápida y expeditiva, volaban platos, papas fritas, provoletas y
ensaladas, y todos parecían satisfechos, cada tanto conversábamos con nuestro
mozo, que en todo momento se brindó para las sugerencias y hasta se interesó
por la función de nuestra empresa, realmente los Talas, ofrece una armonía muy
interesante entre un lugar áspero, rústico, sin grandes pretensiones, y una
calidad de carne superlativa. Terminada la pausa, volvimos al ataque: esta vez
la elección fue una porción de asado, provoleta y unas ensaladas de rucula y
parmesano, el asado es una maravilla, los huesos se desprendían de la carne
como el alma se desprende del difunto, la carne tierna, con la grasa y el punto
de sal exacto, también hecho al asador, también servido sin demora, un imán
gastronómico de 8 costillas, muy sabroso.
Por último, quedan los postres, pedimos 5
en total: Una tarantela, un flan casero, un flan casero mixto, unas frutillas
con crema y una copa “Los talas”, los postres podemos decir que fueron
correctos, no son la especialidad del lugar, pero tampoco desentonan, la copa
los Talas es más vistosa que sabrosa, solo frutas y helado que engañanan un
poco, culpa de una presentación ampulosa. Los precios? Muy razonables para la
calidad de comida que ofrecen, aunque vale la pena una aclaración: Los Talas
del Entrerriano es un lugar ideal para ir en grupos de más de 4, para poder
intercambiar platos y poder probar más variedades.
En síntesis, Los Talas del Entrerriano es
una parrilla apta para carnívoros y amantes de la buena comida, para abstención
de lujosos y glamorosos, ideal para aquellos que quieren pagar lo justo por lo
que les dan a cambio.
LBO!
LES DEJAMOS MAS FOTOS ...


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